¡Qué necesidad de salir! Si aquí estamos juntos y contentos

Mi papá no era fiestero. A él le gustaba la tranquilidad de su casa, su piano, sus libros y su sillón. Y esas preferencias se extendían en cumpleaños y por supuesto en Navidad y Año Nuevo. ¡Qué necesidad de salir! Si aquí estamos juntos y contentos, solía decir.

Cuando niña solíamos tener una comida el día 24 con la familia de mi mamá que culminaba con mi papá al piano y yo cantando. Pasábamos desde los boleros, a uno que otro rock and roll y culminábamos con algunas navideñas como "Noche de Paz". A más tardar a las 8 de la noche ya se habían ido todos los invitados.

Para las 9 de la noche ya estábamos solos mis papás y yo, la casa estaba escombrada, los trastes limpios y nosotros en pijama, listos para ver un rato la televisión juntos con una taza de ponche caliente. Eso mismo sucedía en Año Nuevo. 

Una vez fuimos a una gran fiesta de Noche Buena a casa de su hermano Lalo, tenía yo 4 años. Mi papá no tomaba y sin gusto para las grandes celebraciones, no la pasó bien. Mi mamá y yo nos fuimos al cuarto de mi prima Cynthia cuando se hizo más noche, esperando que mi papá dijera a qué hora nos íbamos a marchar. No estar en mi casa calientita, en pijama y con mi papá a lado no me gustó. A mi papá tampoco. Ese día me prometió que no volveríamos a pasar esas fechas fuera de casa. ¡Qué necesidad de salir! Si aquí estamos juntos y contentos.

Tristemente cuando tenía 7 años, un 26 de diciembre falleció mi primo Víctor, hijo de su hermana Carmen. Y ahí pasó lo increíble, mi papá decidió que los Años Nuevos los pasaríamos con ella. No dio ninguna explicación, solo nos dijo "iremos con mi hermana". No sé si mi tía se dio cuenta alguna vez que ese era un acto de amor de su parte. Él que aborrecía salir de su casa en esas fechas, que no le gustaba dormir en otra cama, organizaba todo para estar con ella en Año Nuevo. Esto continuó aún cuando nació mi hermano.

Años después, mi tío Lalo se fue a vivir a León, Guanajuato. Antes de ese cambio de residencia, mi papá y él tuvieron largas pláticas en donde compartieron recuerdos y se conectaron como nunca antes lo habían hecho. Mi tío estaba enfermo y los tiempos de grandes fiestas habían pasado. Entonces mi papá decidió que era importante estar presente con mi tío Lalo. Así que nuestras "fiestas decembrinas" transcurrían entre estar unos días en León y otros con mi tía Carmen, ya que a pesar de que no le gustaba estar fuera de casa, quería dedicarles tiempo. 

Mis dos tíos murieron pronto, así que mi papá tuvo razón en no desperdiciar esas oportunidades para disfrutarlos. Después de su partida, nosotros volvimos en Navidad y Año Nuevo a quedarnos en casa, ponernos temprano la pijama, tomar ponche y ver la televisión juntos.

Este año son ya 3 navidades sin mi papá y yo agradezco que me enseñara con el ejemplo que en casa, con su hermana, en León, o donde sea, tenemos que estar tan a gusto que hagamos cierta su aseveración:

"¡Qué necesidad de salir! Si aquí estamos juntos y contentos".


Comentarios

Entradas populares de este blog

Tenemos que ensayarla

Dejé mi corazón en San Francisco

Cuidado, es la goma de abuelito