¡Ay hija! ¡Siempre fuiste bien loca!

En mi niñez, tenía una gran obsesión ¡Mi papá! El pobre no sabía como deshacerse de mí. Lo seguía por todos lados.

Entonces me decía "Hija, hay dos actividades que un hombre hace a solas, hacer del baño y cepillarse los dientes". Pero yo no entendía razones. No lo dejaba hacer ninguna de las 2 cosas en la intimidad ni en paz. 

Me metía en el baño y el pobre sufría para sacarme. Así que empezó a idear estrategias para mantenerme afuera.

Lo primero que intentó fue cerrar por dentro del baño, lo cual no funcionó porque aprendí a meter un pasador de cabello y botar el seguro. Ni sus gritos de "¡Gaby! ¡Quédate afuera! ¡No te metas!" eran suficientes para mantenerme alejada.

Al final, después de probar muchas estrategias, consiguió una infalible, atoró la puerta con un trapeador que colocaba entre un escalón que tenía la regadera y la misma puerta. Así que aunque yo abría el seguro, no podía abrir la puerta. 

Lloré y le supliqué que me dejara entrar. No conseguí que abriera la puerta, así que se me ocurrió en un papel escribirle que me dejara entrar y lo pasé por abajo de la puerta. Yo no sabía todavía escribir, así que eran solo garabatos.

Recuerdo que me contestó "No tengo con qué escribir" ... así que inmediatamente le envié por abajo de la puerta un lápiz. 

Así comenzó nuestra costumbre de escribirnos a través de la puerta. Cada vez que entraba al baño, yo corría por papel y lápiz y se lo pasaba por abajo de la puerta, él me escribía o me dibujaba algo y me lo regresaba por abajo de la puerta, yo contestaba con algún garabato y se lo volvía a enviar. 

Era nuestra correspondencia "sanitaria". Mi mamá muchas veces pasaba por el pasillo y decía "par de locos" "deja a tu papá en paz un rato" "levántate del piso que está frío" pero no logró evitar que lo hiciera cada vez que mi papá entraba al baño. Esa costumbre nos duró por años.

Mucho tiempo después, cuando mi papá enfermó y fueron mermándose sus fuerzas, llegó un momento en que no pudo volver a tener intimidad. Mi mamá, mi hermano y yo lo apoyábamos para esos menesteres tan personales. Yo no podía dejar de acordarme de cuando me repetía una y otra vez "Hija, hay dos actividades que un hombre hace a solas, hacer del baño y cepillarse los dientes".

Traté siempre de que no se sintiera incómodo, trataba de bromear con él y de recordarle que no era la primera vez que estaba presente en situaciones tan íntimas y siempre conseguía que sonriera y me dijera "¡Ay hija! ¡Siempre fuiste bien loca!". 






Comentarios

  1. Gaby que lindo que le trajeras esos recuerdos a tu papy, y esos momentos en los que te convertiste en su cuidadora y lo asististe en lo más íntimo servían para hacer el momento más ligero. Qué lindo cuando te decía "siempre fuiste loca" en lindo poderle devolver a los padres lo que nos dan en la vida.

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    1. Sí,es bonito aún con todo lo doloroso estar en esos momentos con nuestros enfermos

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